viernes, 11 de junio de 2010

El sol y la luna.

¿Te has fijado en cómo se quieren el sol y la luna? Los dos se desean y saben que no existirían si les faltara el otro pero es imposible que estén juntos. Bueno, coinciden en el crepúsculo y en el amanecer y se ponen como locos de alegría notándoseles la sonrisa a mil kilómetros de distancia, pero después no les queda nada y se quedan totalmente solos esperando volverse a cruzar. Y ahora me he dado cuenta de que tú eres mi sol y yo tu luna. Tal vez por eso nuestros amaneceres sean los momentos más mágicos del día, porque los dos nos vemos reflejados ahí y somos incapaces de escondernos la sonrisa.

sábado, 15 de mayo de 2010

El principio del fin.

Os podría describir en el tugurio en el cual se encontraba Lily, pero seguramente que todo lo que dijera se quedaría corto. En realidad ese sitio estaba acorde con lo que era ahora el corazón de Lily, un sitio pequeño y mezquino que se sentía muy pobre y necesitado, desdichado, desgraciado e infeliz, y a ella sólo la apetecía estar ahí y sentirse querida por el hombre de turno (por ejemplo, le valía ese que estaba al final de la barra y que no apartaba su lasciva mirada de las piernas de la chica, o a lo mejor el camarero que a cada copa que la servía parecía estar invitándola a un revolcón rápido en el baño del local) al cual no dudaría en llevarse a su cama y echarle antes de que llegara el amanecer. Al principio de la noche sólo podía pensar en lo estúpido de su reacción, en el error que acababa de cometer, y en como huir hasta un lugar perdido. Tal vez esa noche se cogiera el primer barco que pasara por allí, aunque fuera un simple bote, y se iría a África. Cuando el alcohol empezó a quemarle la garganta sólo la venían recuerdos de Pedro, sólo hacía que las heridas le ardieran. Sólo podía recordar una noche como esa de varios años atrás, en la que se había ido a olvidar a Pedro con cualquier otro cuerpo y cualquier otro olor, pero aquella noche nada la había salido bien. Aquella noche fue al bar de siempre, se sentó en la barra y vio a un camarero que le sirvió lo mismo de siempre mientras ella miraba a su alrededor buscando a la próxima víctima de su juego… Pero en realidad esa noche no tenía ganas de estar de cacería y lo único que le apetecía era tomarse sus vodkas allí sentada apartada de todo lo que la dolía, por esto entenderéis lo que paso después y es que cuando Lily intento irse tenía la sangre y el cerebro colapsados de alcohol y lo único que pudo hacer fue llegar hasta la playa, sentándose en la arena dejando que las olas le mojaran los pies. Todo iba bien, lo mejor que podía ir, hasta que apareció Pedro.
-¿Qué haces aquí? –Dijo él sentándose a su lado con una sonrisa enorme-.
-Dar una vuelta.
-¿Y cómo es que no estás en tu amado bar?
-¿De verdad te importa? Anda, déjame… -Le replicó mientras se tumbaba completamente en la arena-.
-¿Cuánto has bebido, Lily? –Entonces el chico la intento coger para que se apoyara sobre él-.
-¡Qué me dejes! –Grito ella mientras se libraba de él a empujones, como buenamente podía-.
-¿Se puede saber qué te pasa? Porque no dejas que la gente que te quiere te ayude, ¿eh? Joder, ¿por qué estas tan borracha? Lily es que no te das cuenta, pero necesitas ayuda y si no me dices que te pasa no puedo ayudarte por mucho que quiera. –A él le dolía mucho pronunciar estas palabras y más si ella seguía intentando librarse de él a base de empujones, pero entonces ella ya no pudo más y comenzó a llorar abrazada al torso de él, sin decir nada-. Lily, ¿por qué no me lo cuentas?
-Llevo toda la vida enamorada de un chico, jamás pensé que llegaría a quererle tanto… Al principio creía que era una estupidez que no dudaría casi nada, después me di cuenta de que eso no era así que este amor me duraría para siempre, y como es imposible e irreal intento olvidarlo con esos hombres que a ti te gustan tan poco… Pero en días como estos me veo menos capaz que nunca, le necesito y él a mi no.
-Si él no te necesita no te merece, ¿me escuchas? –Dijo él mientras ella se levantaba y se quedaban frente a frente. Ella, con los ojos totalmente encharcados devolviendo litros y litros de agua salada a ese mar y con ríos de rímel recorriendo sus mejillas, bajo la cabeza y se apoyo en su pecho-. Aún llorando me pareces la chica más guapa que he conocido, pequeña, y si él tampoco ve eso peor para él porque no sabe lo que se pierde. No te agobies algún día le olvidarás.

-Eso es imposible, ¿sabes? Es imposible si siempre está a mi lado, si no me separo ni 5 centímetros de él. Joder, este puto sentimiento me esta matando…
-A lo mejor deberías alejarte, , aunque te duela mucho ahora te hará bien en un futuro.
-¿En serio piensas eso?
-Sí, creo que es lo mejor que podrías hacer… Él no te merece y si incapaz de alejarse de ti sabiendo que te hace daño… -Se quedo unos minutos en silencio, como si estuviera pensando-. Pero, ¿tú le dijiste que le querías? ¿Lily?
Efectivamente, se había quedado dormida acurrucada en su pecho, escuchando su respiración, abrazada a su cuerpo y aun dormida, lloraba. Él decidió llevarla a casa y la acompaño hasta su cuarto, abriéndola la cama. Ella se metió.
-¿No te vas a poner el pijama?
-Sí, –contesto ella bajito- pero date la vuelta.
En realidad el pijama de Lily era una camiseta vieja que él la había regalado y unos pantalones muy cortos.
-Pedro, oye Pedro
-¿Qué te pasa?
-No puedo desabrocharme el vestido –Dijo levantándose y poniéndose delante de él con su camiseta en las manos-. ¿Me podrías ayudar?
Pedro comenzó a bajarle la cremallera y cuando acabo ella se quito el vestido sin dudar quedándose sólo con unas preciosas bragas de encaje y dejándolo caer sobre sus pies. Mientras se ponía la camiseta se dio la vuelta, asustándose porque aún le tenía muy cerca y no lo esperaba. Se habían quedado a escasos centímetros y como por instinto se besaron. Ella le quito la camiseta y le agarró alrededor del cuello, mientras se enganchaba a su cintura y él tenía las manos puestas en su espalda deleitándola con millones de caricias y con miles de besos deslizándose por su cuello. Fue entonces cuando él cayó sobre la cama y ella se quito la camiseta que acababa de ponerse yendo junto a él para tener por fin entre esas sábanas alguien al que permitiría que dejara su olor, y su pijama también. Ella comenzó a perderse por los miles de lunares que tenía en la espalda, intentando recordar cada uno de ellos, mientras le quitaba el cinturón con los ojos inyectados en pasión. Él descubrió un lunar con forma de corazón que tenía detrás de la oreja y decidió perderse por todas las curvas de su cuerpo. En ese momento llamaron al teléfono de Pedro.
-Déjalo, apágalo… -Suplico Lily al ver que era Erika, pero el chico contestó-.
-¿Pedro? Soy Erika, ¿podemos vernos? No puedo dormir, y necesito hablar.
Al oír su voz Pedro paró, en seco, como si se hubiera dado cuenta de muchas cosas a la vez, y sólo dijo un “ahora nos vemos”. Entonces se levantó y recogió su camiseta. Lily, ya consciente de todo, se puso la camiseta de nuevo y unos pantalones que no se había llegado a poner y se sentó. El chico la miro y empezó a reírse.
-Creo que debo irme, no quiero convertirme en uno de tus ligues de una noche, aunque creo que ya les entiendo… Pobre chicos, ¿cómo les puedes hacer estas cosas? Es flipante. –Iba comentando al coger el cinturón mientras se reía-. Bueno, entonces te encuentras mejor, ¿no?
Hasta aquí había llegado lo máximo que ella había vivido con él, y ahora iba a seguir su consejo (por imposible que pareciera), Pedro había dejado de existir. Ahora ya sólo la quedaban besos sin nombre, y sonrisas sin remitente. Ahora ya sólo la quedaba el chico de la barra, o el baño del bar (que esa noche tuvo a la mejor Lily que había visto). Cumpliría su promesa, pasaría página. Él había sido su gran amor, pero sólo hasta ahora (o eso pensaba ella).

martes, 11 de mayo de 2010

Creo que en tus ojos hay un mundo entero, lleno de historias que se pueden descubrir con sólo una mirada...




La verdad es que me encantan esas historias porque siento que estoy en muchas como, por ejemplo, cuando se te ilumina la mirada al ver las estrellas, aquellas bajo las que nos dimos el primer beso. O cuando se te hacen gigantescos de la emoción de volver a ir al roble dónde nos conocimos. Sé que las arruguitas que tienes a los lados son de tanto sonreír, porque regalas sonrisas a quien te cruzas. Además, tengo la teoría de que puedes leer la mente porque cuando te miro fijamente creo que tú también eres capaz de leer mis historias. No, no estoy loca… bueno, quizás un poco, pero por ti.

PD: El sábado vuelve Lily.

domingo, 25 de abril de 2010

Millones de recuerdos.

Hay muchos tipos de recuerdos. Los de añoranza, en los que deseas volver a vivirlo tal y como era. Los de felicidad, en que con sólo pensarlos eres capaz de reírte tú sólo. Hay recuerdos que duelen demasiado como para ser pensados y otros que te remueven, pero que con el paso del tiempo te hacen aprender. Hay otros que duelen, pero porque ves como todo cambia tan rápido que no te das ni cuenta. Y hay recuerdos felices que aunque sabes que no se volverán a repetir te ponen una sonrisa en la cara. Tenemos miles de recuerdos de nuestra infancia, a los que nos agarramos como un clavo ardiendo. Hay veces que uno necesita volver a esos recuerdos, y te metes en un laberinto del que es imposible salir. Piensas que no pasa nada por recordar un gesto, una caricia o una palabra… Pero sí pasa. Normalmente, a mí me pasa los domingos lluviososLo digo sólo por si quieres venir a recordar conmigo.

lunes, 5 de abril de 2010

Confesión de amor.

Lily no podía dejar de pensar, de recordar, de revivir... Y así llevaba todo el día encerrada debajo de sus sábanas, sin poder cerrar las compuertas de sus ojos dejando salir ríos y ríos de agua salada y pensando en algo que nunca pudo ser. Llevaba media vida intentando olvidar algo que no había pasado, intentando olvidar a alguien con el que jamás tuvo una historia de amor, intentando ver a esa persona como un simple amigo y que cualquiera de los hombres que se metían en esa cama pudiera sustituir ese amor tan irreal... Pero en realidad ella no quería olvidar nada de eso, porque sabia que con él era con el único que ella podría ser feliz, porque sabía que esa cama le pertenecía más a él que a todos los hombres que habían pasado por ella juntos, porque sabía que esa sonrisa era la única que podía animarla en días como esos... Bueno, y si no era esa sonrisa sólo sería capaz de hacerlo unas buenas galletas de chocolate (ya, total, no la iba a doler más). Cuando la casa se lleno de ese irresistible, y a la vez triste, olor a galletitas sonó el timbre, y seguro que sabéis quien estaba allí como si de telepatía se tratara (y es que ya he dicho mil veces que el destino es cruel). La cara de preocupación de Pedro cuando vio la cara de pena de Lily no se puede explicar con palabras (sólo os la imaginaríais si la hubierais visto), pero él no dijo ni una sola palabra sólo la abrazo mientras la decía "Mi princesa, todo saldrá bien sea lo que sea", y consiguiendo que ella volviera a abrir las compuertas de sus ojos que había conseguido cerrar durante un ratito. Después (sin preguntar por qué) los dos se pusieron a hacer galletas, en silencio. De vez en cuando Pedro le dedicaba una de sus mejores sonrisas a Lily para ver si conseguía pegársela de tal manera que dejara de llorar, pero parecía un trabajo imposible porque aunque lo conseguía durante unos momentos después hacía que se triplicaran las lágrimas. Cuando las galletas estuvieron listas los dos (sin que nadie lo dijera, si no como costumbre) se fueron a la habitación de Lily.

-¿Por qué tienes la cama desecha a estas horas de la tarde? ¿Tuviste a un amiguito hoy? –pregunto Pedro intentando averiguar el motivo de tanto llanto-.
-No, sólo necesitaba estar tumbada a solas.
-Si molesto me voy, sólo tienes que pedirlo… Pero creo que te vendría mejor hablar porque no es normal que todos los veintitrés de cada mes te pase esto, y lo único que quieras es comer galletas de chocolate aquí sola echando a cualquiera que pretenda ayudarte. Joder, Lily, que estoy aquí para lo que necesites.
-No creo que me puedas ayudar… Además es un secreto.
-¿Un secreto tuyo?
-Sí, un secreto mío, sólo mío.
-Si ese es el problema empiezo yo –Dijo él metiéndose en la cama con ella mientras la abrazaba y se comía una galleta-. Pero es un secreto, me tienes que prometer que no contarás nada.
-Puedes confiar en mí.
-Siento algo muy fuerte por alguien desde hace mucho tiempo… Aunque parezca imposible cada día que pasa la veo como algo más de lo que ya era. La gente lo llama amor, yo creo que a estas alturas es más que eso. Y es que ahora no sé lo que debo de hacer porque este sentimiento me sobrepasa y soy incapaz de no pasarme el día pensándola, mirándola… Porque a pesar de ser imposible con sólo un roce tonto, aparentemente vacío de significado, consigue hacerme soñar.
-¿Quieres saber mi secreto?
-Si quieres contármelo...
-Yo también siento lo mismo… Por ti…
-No, joder, Lily… ¿Estas así por mí? Eso no tenía que ser así porque yo quiero quererte, te juro que es lo que más quiero en ese mundo… Pero soy incapaz. Adoro tu caminar, tu manera de hablar y como cuando te paras a pensar te tocas el pelo y te haces pequeños ricitos sin ni siquiera darte cuenta. –La dijo acariciándola la mejilla-. Me encanta que todas las mañanas (aunque sea la peor de tu vida) me preguntes qué tal todo, y me dediques una sonrisa escuchando cualquiera de mis historias. Pero jamás te podré querer como la quiero a ella.
Cuando dijo esto la miro a los ojos, esperando su reacción. De los ojos de la chica caían lágrimas pero ahora parecía más un cuentagotas que una cascada. Llevaba muchísimo tiempo esperando para decírselo, sabía que no era el mejor momento pero no quería escuchar de su boca que estaba enamorado de su “querida” hermanastra. Entonces cogió fuerzas (aunque no se de dónde), volvió a reponerse convirtiendo sus sentimientos en hielo (o eso parecía aparentemente) y dijo algo que estoy segura que supondría una noche de bares y alcohol.
-Si no intentas quererme, ¿cómo vas a saberlo? Si sólo piensas en el pasado, sin darte cuenta de que tu presente sigue aquí, de que yo sigo aquí, y que de seguramente seguiré aquí siempre. Pero puede que yo también me dé cuenta de que me quede en el pasado, y entonces, seguramente, me perderás para siempre y te darás cuenta de que me querías, a tu manera, pero me querías.