martes, 14 de febrero de 2012

Los polos opuestos se atraen.

Es que nuestra historia es eso, un “si me dices ven, lo dejo todo”, un “vete a la mierda y olvídame”, un “vuélveme a querer y olvidémonos que el mundo sigue moviéndose ahí fuera sin nosotros”. Es la historia de volver a empezar, la historia interminable. Es un “quiéreme mucho y ahora, porque sino en cinco minutos tendré otros labios en mi cuello y otra ropa tirada en mi suelo”. Es la eterna necesidad de sentirnos vivos, un toma y daca en toda regla. Es un continuo "ven conmigo y mañana iré yo a ti". El típico te necesito a todas horas, pero sólo unos minutos. Sé a ciencia cierta que mucha gente no soportaría esto, es más, siendo totalmente sincera: mil veces he decidido que esto debía acabar. Pero mil y una me he arrepentido, pero mil y una me has sonreído. Porque eso es lo bueno de lo nuestro que puedo odiarte como no he odiado jamás a nadie, puedes sacarme de quicio y puedo llamarte cosas que jamás me perdonaría, puedo romper todos los jarrones de la casa y después las fotografías en las que salgas tú… Pero sé que no tardare ni cinco minutos en volver a pegarlas. Y a ti te doy diez para aparecer en la puerta de casa con un -soy idiota- en la frente. O a lo mejor esta vez te da por llenarme el portal con post-its dándome las cien razones por las que tú y yo somos inseparables. Porque tal vez tengas razón y soy el puto polo Norte del imán pero tengo la suerte de saber que tú eres mi Sur. Porque dicen que el aceite y el agua no se pueden mezclar, pero eso es porque no han removido lo suficiente. Porque yo sé que sin Yang no habría Ying, y porque ya no me imagino mi vida sin ti. Que no pueden hablar de que lo nuestro es imposible cuando hasta el Sol y la Luna hacen mil virguerías por estar juntos.