sábado, 15 de mayo de 2010

El principio del fin.

Os podría describir en el tugurio en el cual se encontraba Lily, pero seguramente que todo lo que dijera se quedaría corto. En realidad ese sitio estaba acorde con lo que era ahora el corazón de Lily, un sitio pequeño y mezquino que se sentía muy pobre y necesitado, desdichado, desgraciado e infeliz, y a ella sólo la apetecía estar ahí y sentirse querida por el hombre de turno (por ejemplo, le valía ese que estaba al final de la barra y que no apartaba su lasciva mirada de las piernas de la chica, o a lo mejor el camarero que a cada copa que la servía parecía estar invitándola a un revolcón rápido en el baño del local) al cual no dudaría en llevarse a su cama y echarle antes de que llegara el amanecer. Al principio de la noche sólo podía pensar en lo estúpido de su reacción, en el error que acababa de cometer, y en como huir hasta un lugar perdido. Tal vez esa noche se cogiera el primer barco que pasara por allí, aunque fuera un simple bote, y se iría a África. Cuando el alcohol empezó a quemarle la garganta sólo la venían recuerdos de Pedro, sólo hacía que las heridas le ardieran. Sólo podía recordar una noche como esa de varios años atrás, en la que se había ido a olvidar a Pedro con cualquier otro cuerpo y cualquier otro olor, pero aquella noche nada la había salido bien. Aquella noche fue al bar de siempre, se sentó en la barra y vio a un camarero que le sirvió lo mismo de siempre mientras ella miraba a su alrededor buscando a la próxima víctima de su juego… Pero en realidad esa noche no tenía ganas de estar de cacería y lo único que le apetecía era tomarse sus vodkas allí sentada apartada de todo lo que la dolía, por esto entenderéis lo que paso después y es que cuando Lily intento irse tenía la sangre y el cerebro colapsados de alcohol y lo único que pudo hacer fue llegar hasta la playa, sentándose en la arena dejando que las olas le mojaran los pies. Todo iba bien, lo mejor que podía ir, hasta que apareció Pedro.
-¿Qué haces aquí? –Dijo él sentándose a su lado con una sonrisa enorme-.
-Dar una vuelta.
-¿Y cómo es que no estás en tu amado bar?
-¿De verdad te importa? Anda, déjame… -Le replicó mientras se tumbaba completamente en la arena-.
-¿Cuánto has bebido, Lily? –Entonces el chico la intento coger para que se apoyara sobre él-.
-¡Qué me dejes! –Grito ella mientras se libraba de él a empujones, como buenamente podía-.
-¿Se puede saber qué te pasa? Porque no dejas que la gente que te quiere te ayude, ¿eh? Joder, ¿por qué estas tan borracha? Lily es que no te das cuenta, pero necesitas ayuda y si no me dices que te pasa no puedo ayudarte por mucho que quiera. –A él le dolía mucho pronunciar estas palabras y más si ella seguía intentando librarse de él a base de empujones, pero entonces ella ya no pudo más y comenzó a llorar abrazada al torso de él, sin decir nada-. Lily, ¿por qué no me lo cuentas?
-Llevo toda la vida enamorada de un chico, jamás pensé que llegaría a quererle tanto… Al principio creía que era una estupidez que no dudaría casi nada, después me di cuenta de que eso no era así que este amor me duraría para siempre, y como es imposible e irreal intento olvidarlo con esos hombres que a ti te gustan tan poco… Pero en días como estos me veo menos capaz que nunca, le necesito y él a mi no.
-Si él no te necesita no te merece, ¿me escuchas? –Dijo él mientras ella se levantaba y se quedaban frente a frente. Ella, con los ojos totalmente encharcados devolviendo litros y litros de agua salada a ese mar y con ríos de rímel recorriendo sus mejillas, bajo la cabeza y se apoyo en su pecho-. Aún llorando me pareces la chica más guapa que he conocido, pequeña, y si él tampoco ve eso peor para él porque no sabe lo que se pierde. No te agobies algún día le olvidarás.

-Eso es imposible, ¿sabes? Es imposible si siempre está a mi lado, si no me separo ni 5 centímetros de él. Joder, este puto sentimiento me esta matando…
-A lo mejor deberías alejarte, , aunque te duela mucho ahora te hará bien en un futuro.
-¿En serio piensas eso?
-Sí, creo que es lo mejor que podrías hacer… Él no te merece y si incapaz de alejarse de ti sabiendo que te hace daño… -Se quedo unos minutos en silencio, como si estuviera pensando-. Pero, ¿tú le dijiste que le querías? ¿Lily?
Efectivamente, se había quedado dormida acurrucada en su pecho, escuchando su respiración, abrazada a su cuerpo y aun dormida, lloraba. Él decidió llevarla a casa y la acompaño hasta su cuarto, abriéndola la cama. Ella se metió.
-¿No te vas a poner el pijama?
-Sí, –contesto ella bajito- pero date la vuelta.
En realidad el pijama de Lily era una camiseta vieja que él la había regalado y unos pantalones muy cortos.
-Pedro, oye Pedro
-¿Qué te pasa?
-No puedo desabrocharme el vestido –Dijo levantándose y poniéndose delante de él con su camiseta en las manos-. ¿Me podrías ayudar?
Pedro comenzó a bajarle la cremallera y cuando acabo ella se quito el vestido sin dudar quedándose sólo con unas preciosas bragas de encaje y dejándolo caer sobre sus pies. Mientras se ponía la camiseta se dio la vuelta, asustándose porque aún le tenía muy cerca y no lo esperaba. Se habían quedado a escasos centímetros y como por instinto se besaron. Ella le quito la camiseta y le agarró alrededor del cuello, mientras se enganchaba a su cintura y él tenía las manos puestas en su espalda deleitándola con millones de caricias y con miles de besos deslizándose por su cuello. Fue entonces cuando él cayó sobre la cama y ella se quito la camiseta que acababa de ponerse yendo junto a él para tener por fin entre esas sábanas alguien al que permitiría que dejara su olor, y su pijama también. Ella comenzó a perderse por los miles de lunares que tenía en la espalda, intentando recordar cada uno de ellos, mientras le quitaba el cinturón con los ojos inyectados en pasión. Él descubrió un lunar con forma de corazón que tenía detrás de la oreja y decidió perderse por todas las curvas de su cuerpo. En ese momento llamaron al teléfono de Pedro.
-Déjalo, apágalo… -Suplico Lily al ver que era Erika, pero el chico contestó-.
-¿Pedro? Soy Erika, ¿podemos vernos? No puedo dormir, y necesito hablar.
Al oír su voz Pedro paró, en seco, como si se hubiera dado cuenta de muchas cosas a la vez, y sólo dijo un “ahora nos vemos”. Entonces se levantó y recogió su camiseta. Lily, ya consciente de todo, se puso la camiseta de nuevo y unos pantalones que no se había llegado a poner y se sentó. El chico la miro y empezó a reírse.
-Creo que debo irme, no quiero convertirme en uno de tus ligues de una noche, aunque creo que ya les entiendo… Pobre chicos, ¿cómo les puedes hacer estas cosas? Es flipante. –Iba comentando al coger el cinturón mientras se reía-. Bueno, entonces te encuentras mejor, ¿no?
Hasta aquí había llegado lo máximo que ella había vivido con él, y ahora iba a seguir su consejo (por imposible que pareciera), Pedro había dejado de existir. Ahora ya sólo la quedaban besos sin nombre, y sonrisas sin remitente. Ahora ya sólo la quedaba el chico de la barra, o el baño del bar (que esa noche tuvo a la mejor Lily que había visto). Cumpliría su promesa, pasaría página. Él había sido su gran amor, pero sólo hasta ahora (o eso pensaba ella).

martes, 11 de mayo de 2010

Creo que en tus ojos hay un mundo entero, lleno de historias que se pueden descubrir con sólo una mirada...




La verdad es que me encantan esas historias porque siento que estoy en muchas como, por ejemplo, cuando se te ilumina la mirada al ver las estrellas, aquellas bajo las que nos dimos el primer beso. O cuando se te hacen gigantescos de la emoción de volver a ir al roble dónde nos conocimos. Sé que las arruguitas que tienes a los lados son de tanto sonreír, porque regalas sonrisas a quien te cruzas. Además, tengo la teoría de que puedes leer la mente porque cuando te miro fijamente creo que tú también eres capaz de leer mis historias. No, no estoy loca… bueno, quizás un poco, pero por ti.

PD: El sábado vuelve Lily.