martes, 10 de abril de 2012

veintiséisdeMarzo.


Han pasado cinco años desde que dije mi primer te quiero, el te quiero más sincero. En ese momento, no tenía ni idea de lo importante que iba a ser decirlo sólo necesitaba soltarlo, me quemaba en la garganta. Me quemaba en el estómago, en el corazón. Y lo dije. No te puedes imaginar lo que eso supuso, eres incapaz de imaginarte la mitad de lo que ha llegado a significar ese te quiero. No he vuelto a pronunciar esas dos palabras, a nadie… Carecía de significado decírselas a alguien que no fueses tú, carecía de significado compartir la mínima parte de mi vida con cualquier otro. Aun me sorprendo cada día, cada hora, cada minuto y cada segundo mirando mil veces el móvil esperando ver un mensaje tuyo o una llamada, encontrarme con una respuesta que diga “yo también”. Y, sin embargo, me tuve que conformar con un “tal vez, quizás, dentro de unos años podamos ser más que amigos”, me tuve que conformar con un “tengo miedo, no puedo hacernos esto”, me tuve que conformar y tirar del carro otra vez más. Cinco años tirando de un puto carro que sé que jamás va a ser capaz de arrancar sólo. Cinco años esperando algo que sé que no va a llegar, esperando que fueras valiente, por una vez, y me dijeras que los demás no importan nada ahora. Esperando a que cogieras el primer vuelo que saliera a Madrid y te presentarás en la puerta de mi casa diciéndome que has sido un estúpido pero que no tengo nada de lo que preocuparme porque vamos a recuperar el tiempo perdido. Y ahora más que nunca sé que eso no va a pasar, que cada 26 de marzo será tuyo y mío, pero es hora de pasar página. Que en mi corazón siempre tendrás un hueco, pero no será tuyo entero. Que no puedo echarte más de menos, ni de más. Que siempre hemos sido eso, la eterna lucha, y ya me canse. Tengo claro que nadie sabrá apreciar como yo ese brillo en tus ojos, ni esa sonrisa que ponías segundos antes de enfadarte de verdad. Que nadie sabrá mirar a través de ese caparazón de chico duro que te has querido formar tú solo, y que jamás encontrarás a nadie como yo para poder romperlo. Que en tu vida encontrarás a otra loca que cambie la hora de todos sus relojes para sentirte un poco más cerca, ni que acorte estos putos kilómetros con una simple llamada… Pero este adiós no es un hasta luego, y este te quiero es el último que admitiré.

Las guerras en mi cama sin ti, carecen de significado.
A pesar de las mil batallas, esto es un adiós.